Palestina hasta la muerte
2 November 2023
Jabalia refugee camp on 31 October November 2023; Image Credit: Los Angeles Times
Nos encontramos en un círculo de impotencia y cálculo del que no hay salida. La catástrofe se consumará y tendremos que sufrir las consecuencias”, escribe Étienne Balibar. En 2004 había hecho esta observación: “¿apoyamos la causa del pueblo palestino y la consideramos como una prueba a la que someter a toda política que reivindique la dignidad y la responsabilidad? Hablo en mi propio nombre, pero sitúo mi respuesta en la perspectiva de una convergencia amplia de fuerzas y opiniones que aúnan esfuerzos en busca de una paz justa en Oriente medio. Asumo que se trata de una causa universal.” El título del artículo en francés es “Palestine à la mort”, que recuerda a la frase “à la vie à la mort”, semejante a las expresiones “para siempre” o “hasta la muerte”.
El instinto de muerte devasta la tierra de Palestina y masacra a sus habitantes.
Los comandos de Hamás, encerrados con dos millones de refugiados en lo que se ha podido llamar una "prisión a cielo abierto" se han confinado bajo tierra y preparado durante mucho tiempo, recibiendo apoyo de otras potencias regionales y beneficiándose de cierta complacencia por parte de Israel, que veía en ellos a su “enemigo favorito”.
Estos comandos lograron realizar una ofensiva que sorprendió a un ejército israelí ocupado en echar la mano a los colonos judíos de Cisjordania, lo que, de manera comprensible, ha generado entusiasmo entre la juventud palestina y la opinión pública del mundo árabe.
Con la salvedad de que esta acción fue acompañada de crímenes particularmente atroces contra la población israelí: asesinatos de adultos y niños, torturas, violaciones, secuestros. La legitimidad de la causa que reivindican no podrá nunca excusar tales crímenes.
A pesar de lo vago de la expresión, estos crímenes justifican hablar de terrorismo no sólo en relación con las acciones sino también con respecto a la organización de resistencia armada que las ha planeado. Pero hay más: es difícil pensar que el objetivo no fuera sino provocar una respuesta tan violenta que llevara la guerra a una nueva fase, propiamente “exterminadora”, obstruyendo para siempre las posibilidades de convivencia entre los dos pueblos. Y esto es precisamente lo que está ocurriendo.
Pero esto ocurre porque el Estado de Israel, que en 2018 se redefinió oficialmente como el “Estado-nación del pueblo judío”, no ha tenido nunca ningún proyecto político distinto al de la aniquilación o esclavización del pueblo palestino por diferentes medios: deportación, expropiación, persecución, asesinatos, encarcelamientos. Terrorismo de Estado.
Basta mirar el mapa de los sucesivos asentamientos desde 1967 para que quede absolutamente claro el proceso. Tras el asesinato de [Yitzhak] Rabin, los gobiernos que habían firmado los Acuerdos de Oslo no concluyeron que fuera necesario dar vida a la solución de los “dos Estados”, sino que prefirieron domesticar a la Autoridad Nacional Palestina y dividir Cisjordania en zonas separadas por checkpoints. Y desde que una derecha racista se ha hecho con el control de Israel, se trata simple y llanamente de limpieza ética.
Con la “venganza” contra Hamás y los habitantes de Gaza, que ahora comienza con masacres, un bloqueo alimentario y sanitario y desplazamientos de población que sólo pueden calificarse de genocidas, se está cometiendo lo irreparable. Los ciudadanos israelíes que denunciaban la instrumentalización de la Shoá y luchaban contra el apartheid se han vuelto casi inaudibles. La furia colonialista y nacionalista lo acalla todo.
A decir verdad, sólo hay una salida posible: la intervención de la comunidad internacional y de las autoridades de las que teóricamente está dotada, exigiendo un alto el fuego inmediato, la liberación de los rehenes, el juicio de los crímenes de guerra cometidos por ambos bandos y la implementación de las innumerables resoluciones de la ONU que se han quedado en letra muerta.
Pero esto no tiene ninguna probabilidad de suceder: las grandes y medianas potencias imperialistas han neutralizado estas instituciones y el conflicto árabe-judío se ha vuelto a convertir en el botín en torno al que maniobran para trazar esferas de influencia y redes de alianzas en un contexto de guerras frías y calientes. Las estrategias “geopolíticas” y sus proyecciones regionales obstruyen toda legalidad internacional efectiva.
Nos encontramos en un círculo de impotencia y cálculo del que no hay salida. La catástrofe se consumará y tendremos que sufrir las consecuencias.
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